En tiempos de incertidumbres y ambigüedades; en momentos de angustia y desesperación; pueden emerger diálogos maravillosos entre quienes ofrecen una idea y quienes, ante un problema, la necesitan con urgencia. Todo esto pasó en “ideas clasificadas”; puentes, articulaciones y préstamos generosos que tejieron una conversación entre preguntas y respuestas.
¿Cómo acercarnos a nuestrxs estudiantes? ¿Cómo superar situaciones de miedo, frustración, soledad, incomodidad en los encuentros sincrónicos? ¿Cómo repensar los vínculos pedagógicos, comunicacionales y emocionales con estudiantes, familias, equipos docentes y directivos? ¿Cómo rediseñar la evaluación? ¿Qué considerar ante dificultades diversas en los procesos del enseñar y del aprender? ¿Cómo “hackear” las plataformas con propuestas que fortalezcan los aprendizajes de manera inclusiva?
Preguntas variadas, complejas y multidimensionales que encontraron eco en ideas clasificadas: apoyarse en un colectivo que diseña; construye y revisa; habitar los espacios virtuales “habilitando” la escucha honesta, haciendo anclaje en intereses de lxs estudiantes, probando, desarmando y haciéndonos “más fuertes”; “pinchar la burbuja” del aislamiento y la soledad para interactuar con el mundo social y real del afuera y transformarlo; diseñar alternativas de intervención; experimentar; generar espacios lúdicos y de recreo para conectarnos con el arte; aprovechar las múltiples plataformas y redes; recordar el derecho a la educación y dar lugar a la heterogeneidad de voces y de trayectorias.
Las “ideas clasificadas” nos muestran que es posible, aún en situaciones tan difíciles como el ASPO, generar interlocuciones generosas y construir desde un colectivo que rearma; revisa; produce y sueña una educación inclusiva y solidaria.